Acabo de leer este artículo de invertía.com
En la introducción de este artículo, se está hablando del valor del suelo, cosa que resulta un poco distante de la gente si no conoce la amortización de las empresas. Intentemos verlo con otros ojos. A la hora de construir una casa, el promotor o la familia que quiere edificar tiene que comprar el terrero, el suelo, aunque lo que realmente “vale dinero” es la construcción. De hecho, a la hora de hacer la declaración de la renta, en caso de ser propietario de una casa, lo que se tiene en cuenta es solamente el porcentaje destinado a la construcción, eliminando el valor del suelo.
Se podría decir que el terreno es inútil a la hora de mirar el precio de una casa. Sin embargo, lo que ha estado subiendo de precio ha sido ese valor, revalorizando el precio de las casas por la zona geográfica (no es lo mismo comprar una casa en Madrid que en Zaragoza, por ejemplo, o en pleno centro de la ciudad y periferia, o incluso entre ciudad y un pueblo relativamente cercano). Este hecho hizo que se financiara también el valor del suelo, por lo que al tener un bien sumamente ilíquido (muy difícil de convertir en dinero), a las entidades financieras les obligan a presentar más provisiones (del antiguo 8% a un 10%, según Basilea III y por la polémica de las Cajas de Ahorros) para hacer frente a posibles pérdidas.
Resultan interesantes las tablas que han puesto al final del artículo, con el nivel de “enladrillamiento” de las entidades financieras. Se puede ver que, aunque tienen una parte importante dotada a provisiones, todavía queda mucho por llegar a un nivel satisfactorio. El problema que presenta esto para las entidades financieras es que esa provisión atenta contra sus resultados.
Las provisiones son una parte negativa en la cuenta de resultados de cualquier empresa, incluidas las entidades financieras. Digamos que es como decir, para ellas, que están llevándolo a pérdidas, aunque sea solo por medida preventiva. Eso… disminuye sus beneficios.
En el artículo también se habla de que podrían ser los nuevos “rentistas” o, lo que es lo mismo, podrían convertir una parte de su activo a alquilar pisos. En mi opinión, sería interesante. Para mí, persona que vive de alquiler, me da exactamente igual pagar lo que le correspondería a una cuota de préstamo a la entidad financiera que a un propietario que tiene dos casas y alquila una. Lo que no quiero es estar endeudada durante 25-30 años porque me he comprado una casa, pero pagar un alquiler, que sería prácticamente lo mismo, no me parece tan mala idea.
De hecho, algunas entidades ya se han puesto manos a la obra. En más de una, tienen una extensa gama de pisos en sus páginas web, asociados a un préstamo en el que puedes elegir tú el tipo de hipoteca. Esas, actúan como inmobiliarias. Por otro lado, alguna que otra ya ha empezado con la movida del “alquiler de pisos” embargados. Tienen una renta baja, que sería la cuota del préstamo de ese mes.
A la hora de alquilar un piso, tienen que cumplirse varios requisitos: tener inscrito el piso en el Registro de la Propiedad, un contrato de permanencia de un año, y dos meses de fianza. A partir del primer año de contrato, no es necesario volver a establecer otro contrato, sino que no se modifican las condiciones respecto al año anterior, y con avisar con mes y medio de antelación que vas a dejar el piso (o que vaya a vender el piso si es el arrendatario quien lo dice), puedes vivir allí durante el tiempo que quieras.
Por eso mismo, si las entidades financieras se convierten en lo que siempre se ha conocido con el término “rentista” (persona que vive de las rentas), podrían ir disminuyendo el valor de esos préstamos hasta sanear eso por completo.
Ana Chacorrén
JE-SIC
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